lunes, 27 de octubre de 2008

Pánico Global

No cabe exageración. Lo que ocurre en las finanzas y la producción mundial no tiene precedentes y amenaza a todo el planeta.

La hecatombe puede conducir a una revolución, o a muchas revoluciones. O a una contrarrevolución.

Nicolás Sarkozy, presidente de Francia y hombre de derecha, declaró ayer que si la próxima conferencia en la cumbre del Grupo de los 20 fracasa en su intento común de refundar el sistema capitalista, habrá una revolución mundial.

La revolución, según el vaticinio de Sarkozy, desbordaría el lema del Manifiesto Comunista de Karl Marx: “Proletarios de todos los países, ¡uníos!”. Ahora debería rezar, digo yo: “Proletarios, campesinos, desempleados y pequeñoburgueses de todos los países, ¡uníos!”.

“No tenemos derecho a naufragar”, advirtió el Presidente galo, “porque el fracaso significará que el mundo que saldrá de la crisis será peor que el de antes y correremos el riesgo de afrontar en todas partes la revuelta de las clases populares y de las clases medias, que rechazarán una globalización que no vivirán como una promesa, sino como una amenaza, no como fuente de esperanza sino como causa de injusticia”.

Eric Hobsbawm, el gran historiador marxista que a los 91 años sigue trabajando y arrojando luz sobre el destino humano, expresa que el capitalismo mundial sufre un colapso semejante al que sufrió el comunismo con el derrumbe de la Unión Soviética.

Ayer, todas las bolsas de valores del mundo, se vinieron abajo. La de Lima tuvo que cerrar poco después de su apertura.

Este bajonazo extremo acaeció exactamente cuando se cumplían 79 años del jueves negro de la Bolsa de Nueva York, el 24 de octubre de 1929, que trajo ruina y parálisis a todo el orbe capitalista.

En los días en que aquello ocurrió, José Carlos Mariátegui esbozaba un programa para afrontar la prueba. El 16 de noviembre de 1929, dos semanas después del gran crash, aconsejaba él la organización de los trabajadores, la centralización orgánica de sus luchas, y la serenidad necesaria para no caer en la aventura, cediendo a la provocación.

Organización, unidad, estrategia y táctica firmes pero flexibles. Es asombroso, pero eso consta en la carta que Mariátegui dirigió a Moisés Arroyo Posadas en la fecha citada.

Los mineros, recomendaba el Amauta, “no deben caer, por ningún motivo, en la trampa de una provocación. A cualquier reacción desatinada, seguiría una represión violenta. Eso es probablemente lo que desea la Empresa”.

A la Empresa –la Cerro de Pasco Corporation– convenían en ese momento las huelgas, porque la crisis estaba reduciendo sus exportaciones.

Muerto Mariátegui, Eudocio Ravines incumplió el mandato mariateguista. Él creía que había llegado el momento de instaurar los soviets peruanos.

El pueblo debe aprender de la historia para ajustar su puntería.

Por César Lévano