domingo, 18 de mayo de 2008

La respiración de Rulfo


Hace 90 años, el 16 ó 18 de mayo de 1918 nació en Jalisco, México, Juan Nepomuceno Carlos Pérez Vizcaíno, más conocido como Juan Rulfo. Aunque su obra es breve, es probable que él sea, junto con Gabriel García Márquez, el narrador latinoamericano que el mundo seguirá leyendo dentro de cien o quinientos años.

¿Cuál es el secreto de sus dos libros, Pedro Páramo y El llano en llamas? Ante todo, revelan, más que un paisaje, una aventura o una epopeya, una mirada en las profundidades de la historia y el alma del campesino pobre, heredero de una cultura y víctima de una tragedia que se prolonga más allá de la muerte.

Rulfo fue hijo de una convulsión social. Nació cuando se desplegaba la Revolución Mexicana y vivió el desengaño y la traición que ésta padeció. En el cuento "Nos han dado la tierra" se escucha la queja coral de campesinos a quienes les han dado un llano estéril.

Notable es también el cuento "¡Diles que no me maten!". Aparte de leerlo, gozando de su trama y su prosa, he escuchado más de una vez la lectura que el propio Rulfo hizo del relato: uno pareciera ver y oír al personaje, un campesino que 35 años antes había matado a un agricultor que impedía pastar a su ganado. Al pueblo donde se refugia el homicida ha llegado un coronel, hijo de la víctima. Viene, por supuesto, a matarlo.

Inaudita es la voz con que Rulfo encarna al campesino, que ruega a su hijo que vaya donde los militares a rogarles que no lo "afusilen".

En este cuento intenso se refleja el método, la poética, de Rulfo. En primer lugar, ha prestado atento oído al modo de hablar, al léxico, a las tensiones internas del personaje.

Sólo un conocimiento directo del drama social, sólo un amor intenso por los de abajo, podía dar ese resultado.

Recuerdo a este respecto una nota de carné de Ernest Jünger, el escritor alemán que murió, en plena lucidez, a los 103 años de edad. Cuenta que el aristocrático francés de Ronsard recomendaba a sus colegas poetas sintonizar el habla de los artesanos, en particular de los herreros, para enriquecer su vocabulario.

Lector de Geothe y de Tolstoi, Rulfo encontró en las voces rurales la intimidad de México, su violencia, sus injusticias. En el ritmo de las palabras de abajo nutrió su inspiración, plasmó su estilo despojado de galas, casi carente de adjetivos.

Eso explica por qué, después de su muerte, se ha podido elaborar una versión rítmica, poemática, del texto que escribió para un filme. La idea fue de Carlos Monsiváis. Allí se puede percibir el ritmo humano, la respiración, de este hombre de izquierda que habló por los campesinos:
"El mundo está inundado de gente como nosotros, / de mucha gente como nosotros. / Y alguien tiene que oírnos, / alguien y algunos más, / aunque les revienten o reboten nuestros gritos".

El estilo de Rulfo es una lección de moral.

César Lévano