sábado, 28 de junio de 2008

Segunda ola neoliberal

Si el actual plan del gobierno se cumpliese, es un decir, tendríamos en unos años una Amazonía difícil de atravesar por en el número de enormes bosques privados que nos cerrarían el paso. Tal vez en la sierra nos cruzaríamos con grandes pastizales de ex comunidades, convertidos en negocios particulares, y casi seguro veríamos los confines de las empresas mineras perdiéndose en el horizonte en territorios cercados, con ríos y lagunas a su interior. Y todo estos se habría hecho para modernizar al país y atraer la inversión. Santa palabra.
Pasaría también en los puertos, distribuidos entre empresarios extranjeros, varios de ellos, probablemente, de origen chileno, rompiendo la unidad del servicio, a favor de las mayores utilidades, y eliminando los derechos sindicales para reducir las resistencias y preparar el despido masivo. Algo parecido va a pasar con las grandes empresas pesqueras cuando se les revalorice, con el añadido de la cuota pesquera que el “honesto” Rey (Aldo M) quiere regalarles a costa de reducir el espacio para la mediana y pequeña pesquería. Y vienen más medidas, como las que quieren facilitar la reducción de la planilla estatal con el pretexto de los méritos, o las de administración privada de servicios educativos estatales y de seguridad social, que se vocean.
Generación de reformas. En otras palabras la nueva ola o “segunda generación de reformas” neoliberales, no responderían al trillado discurso de la institucionalización y la reforma del Estado, como se ha dicho tantas veces, a la conformación de una justicia más confiable, una administración más transparente, una educación más productiva, una salud masificada, etc., sino a un ataque directo a la pequeña y mediana propiedad nacional, para concentrarla en grandes inversiones, principalmente extranjeras. Si en los 90 la consigna era lo estatal es malo, ahora en los 2000, la pauta es: lo pequeño y difundido, o simplemente lo que no es grande y poderoso (discurso a los empresarios brasileños después de la Cumbre: ¿qué hacen invirtiendo apenas 200 o 300 millones de dólares?), es fuente de pobreza y obstáculo a la modernidad.
García sufre una enfermedad de gigantismo, no sólo físico, sino ideológico, que le hace creer que los problemas del país se deben a nuestras dificultades para abrirnos al mundo que crece y a nuestro complejo de inferioridad de hacer negocios chicos. No logra comprender cuánto tienen que ver el atraso y la desventaja con las que el país entró a los marcos de la globalización neoliberal, al punto que todas las condiciones se nos impusieron desde fuera y cuánto con el hecho que los peruanos nos hayamos tenido que refugiar en los pequeños, micro y negocios individuales, en el autoempleo y en la informalidad, para subsistir y salir adelante, con el desastre que nos regaló el presidente del 85-90, y el ajuste posterior.
Raúl Wiener